En España cada vez aumenta más el consumo de bollería industrial y una gran parte de este consumo lo realizan los niños.
Por todos es sabido que el consumo de bollería industrial resulta perjudicial para nuestra salud pero, ¿somos realmente conscientes de los alcances de este perjuicio?
La bollería industrial contiene una cantidad muy elevada de grasas saturadas y “trans”, ambas perjudiciales para la salud, pero son especialmente estas últimas las que han sido señaladas como principales causantes de la subida del colesterol LDL, conocido como colesterol “malo”, y de enfermedades cardiovasculares.
También cabe destacar que en la bollería industrial es ampliamente empleado el aceite de palma por su bajo precio y porque permite que el producto tenga una fecha de caducidad más prolongada, pero se trata de un aceite nada recomendable para nuestra salud.
El contenido en azúcares simples, en forma de azúcares refinados es desproporcionado, lo que carga de trabajo al hígado, provoca la descalcificación de los huesos y si se produce un consumo prolongado puede derivar en diabetes.
La presencia de aditivos, saborizantes y conservantes químicos es también destacable, ya que en muchas ocasiones originan problemas alérgicos y respiratorios, principalmente.
Todos somos conscientes de que no es tarea fácil decirle a un niño que no puede consumir ciertos productos; en esto influyen varios factores como por ejemplo que sus amigos lo consuman y los juguetes que las grandes marcas de bollería industrial incluyen en estos “alimentos”.
No hay por qué desterrar la bollería de nuestras vidas, podemos cocinar los mismos productos en casa, con alimentos de primera calidad como aceite de oliva virgen, huevos… e incluso los niños nos pueden ayudar a elaborarlos, lo que les divertirá al mismo tiempo que aprenden.
Es cada vez más frecuente que los niños lleven bollería industrial al colegio para comer durante el recreo o en la merienda, entre otras cosas, por el poco esfuerzo de preparación que requieren; sin embargo, a pesar de que cocinar un bollo casero requiere más tiempo y esfuerzo por parte de los padres, tendrá su recompensa a corto y largo plazo; los niños enfermarán menos y serán más felices, y si no se dispone de este tiempo, siempre se puede optar por ofrecer una fruta o un bocadillo para merendar.
Fuente: Saltando en los charcos
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