Para empezar, es importante aclarar que la tristeza no es depresión. Todos experimentamos periodos mejores y otros peores. En ocasiones, estamos tristes más tiempo de lo normal, pero no por eso estamos deprimidos.
Si bien debe ser un psicólogo o un psiquiatra quien diagnostique si se tiene o no depresión, hay unos síntomas que la caracterizan si suceden de manera prolongada:
- Tristeza y melancolía.
- Estado de ánimo irritable.
- Trastornos en el sueño.
- Trastornos en el apetito.
- Cansancio y falta de energía.
- Pensamientos catastrofistas y, a veces, sobre muerte o suicidio.
- Dificultad de concentración.
- Sentimientos de culpa, autoestima extremadamente baja.
- Sentimientos de desesperanza.
- Dificultad para mantener relaciones sociales o realizar actividades que antes disfrutaba.
En el siguiente artículo explicamos con más detalle Cuáles son los síntomas de la depresión.
La principal manera de ayudar a una persona con depresión es animarle a que vaya a una consulta en la que se le realice un diagnóstico adecuado. En esa consulta, si es necesario, le recetarán la medicación que precisa.
Otro modo de ayudarle es no juzgar y limitarnos a estar ahí, ofreciendo apoyo y escucha, sin permitir un recreo excesivo en sus pensamientos negativos.
Cuidar la alimentación y el aspecto personal son dos pilares básicos, así como hacer ejercicio. Simplemente caminar, ayuda a cambiar la dinámica mental y corporal.
Es fundamental en la convivencia con una persona con depresión comprender que se trata de una enfermedad. No es una mala época sin más, precisa tratamiento. A veces podemos pensar que la persona está normal, pero se ha vuelto quejica o pesimista. Es decir, es importante, por molesta que pueda ser su actitud, comprender que proviene de una enfermedad que no le permite actuar de otra manera sin ayuda y un esfuerzo enorme.
Por otra parte, debemos comprender que, por mucho que nos afecte, quien más está sufriendo es la persona que padece la depresión, así que debemos ser pacientes y comprensivos.
Sin embargo, aunque tengamos claro que esta persona se encuentra alterada, no es ella misma, y la apoyemos, debemos encontrar espacios de libertad para evadirnos y no pensar en este problema. Dedicar las horas suficientes a las actividades que nos gustan sin la compañía de esta persona es fundamental.
Por otro lado, una de las mejores cosas que podemos hacer con esta persona, para mejorar su estado y nuestra convivencia es aprender a ser empáticos. Debemos practicar la escucha activa, sin interrumpir, escuchando para comprender, no para contestar. Es importante permitir que se desahogue, haciéndole sentir una persona valiosa, digna de ser escuchada, sin interrumpir ni aconsejar, ni mucho menos menospreciar sus sentimientos. Tras esto, una buena alternativa es incitar a la persona a hacer alguna actividad agradable, sola o acompañada. Si no quiere, se puede intentar negociar, por ejemplo, si no quiere ir a jugar a un deporte, tal vez quiera caminar.
Algo básico en la convivencia con una persona con depresión es comprender qué se puede aportar y qué no se puede aportar. Es decir, la persona que convive con alguien que tiene depresión no es la responsable de que alcance la curación. Esa responsabilidad es del propio enfermo y de los especialistas que le estén tratando.
Por último, uno debe darse permiso de estar agotado, enfadado, triste, desesperanzado… Todo esto podemos sentirlo sin sentir, además, culpa.